Texto: Martín Franco Vélez
Ilustración: Opert_ser
A Luis López Peralta lo mataron el 22 de febrero de 1997 en Barrancas, un pequeño municipio de la Guajira. Ese día, poco después de las nueve de la mañana, López entró a la oficina que había construido en un hotel de su propiedad y, mientras bromeaba con una de sus hijas y sacaba plata para comprarle ropa interior a una conocida que había madrugado a ofrecérselas, entró un sicario portando una pistola en la mano. López tenía la vista clavada en el cajón donde guardaba el dinero y por eso no lo vio, así que lo último que escuchó, quizás, fue la advertencia de su hija («papi, ¡te matan!»), y luego el sonido seco de un disparo que le entró por el lado izquierdo, a la altura del cuello.