Texto
Lise Josefsen Hermann
Informe especial desde Yasuní, Ecuador
Ilustración
Felipe Rivera
Noviembre 1 de 2024
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¿Quién puede detener la explotación petrolera en Yasuní?
Los pueblos indígenas del Parque Nacional Yasuní, en la Amazonía ecuatoriana, se encuentran en la lucha de hacer valer la voluntad popular de la ciudadanía que, mediante referendo, votó a favor de detener la extracción de petróleo del subuelo de este parque. El Gobierno nacional se hace el desentendido. Mientras tanto, campean amenazas, muertes y disputas contra los líderes de estos pueblos.
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Imagínense muchos tonos de verde. Los ríos gigantes de la Amazonía.
El Parque Nacional Yasuní, que abarca más de diez mil kilómetros cuadrados, es uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo. La Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) ha contribuido a documentarlo. En 1989, Yasuní fue reconocido como reserva de la biosfera por la UNESCO y es el hogar de varios pueblos indígenas que gozan y defienden sus propios derechos, intereses y cosmovisiones. Los Kichwas y los Waorani viven aquí. Y se sabe de dos pueblos en aislamiento voluntario: los Tagaeri y los Taromenane.
El pueblo Waorani está conformado por algo más de tres mil personas y en la Amazonía ecuatoriana es el más recientemente contactado. Fue en la década de 1950, precisamente, a causa de la intensa extracción de petróleo en su territorio. Y de ellos vamos a hablar. Yasuní se ha convertido en un ejemplo de lucha por la defensa del territorio y de los indígenas frente a la extracción petrolera.
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A orillas del río Napo, una mujer Waorani llamada Ene Nenquimo viste una camisa a cuadros y se ha pintado el contorno de los ojos y media nariz con color rojo, como si fuera un antifaz. De 41 años, es vicepresidenta de la organización que representa a su propio pueblo, la Nacionalidad Waorani del Ecuador (Nawe). Hoy acompaña nuestra visita en Yasuní, en el bloque petrolero número 16 o, solamente, bloque 16.
La mujer Waorani alterna dos tocados. Uno es una corona de plumas de colores en la que sobresale una pluma mayor —alta y larga— que parte desde la nuca. Simboliza el carácter guerrero y líder del pueblo Waorani. Hoy, esta corona la usan en ocasiones especiales.
El otro tocado, que es el cotidiano de Ene, tiene una energía y un simbolismo casi más salvaje y fuerte. Es un gorro de cuero negro con un jaguar en la parte delantera. Un animal con el que este pueblo se encuentra estrechamente relacionado. Los Waoranis creen que cuando mueren se convierten en los jaguares que acompañan a la comunidad en la defensa de su territorio antes amenazas externas como las industrias de combustibles fósiles.
Ahora imagínense barcos petroleros navegando el río Napo, aquí en la Amazonía. Y derrames del crudo negro y pegajoso entre la vegetación. Llamas saliendo de entre los arboles —los llamados mecheros—. Aquí es donde estamos, con una delegación de la Nawe. Nuestro objetivo es ver qué impacto ha tenido en ellos la extracción petrolera.
«No hemos visto ningún desarrollo», dice brevemente Ene Nenquimo. Y es que la población indígena en Ecuador, incluidos los Waorani, se encuentra entre los más marginalizados, con menos acceso a educación del país y con altos índices de pobreza. En la comunidad de Guiyero, aquí en el bloque 16, nos cuentan que el centro de salud se inauguró hace tres meses, apenas. Y saber que aquí se extraen miles de barriles de petróleo todos los días y desde hace tres décadas.
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El Parque Nacional Yasuní está lejos de Quito, unos 250 kilómetros al sureste. Más lejos aún de Europa y de la comunidad internacional en general.
Yasuní se dio a conocer internacionalmente cuando el expresidente Rafael Correa propuso que el mundo apoyara a Ecuador para que el país no extrajera el petróleo que escondía el subsuelo de este parque. Pero el apoyo a la propuesta fue escaso y en 2013 el Gobierno anunció que empezarían la extracción.
La actividad petrolera ha causado muchos conflictos en el área. Se sabe que en 2003, 2006 y 2013 se produjeron enfrentamientos entre el pueblo Waorani y el pueblo Taromenane que ha mantenido su aislamiento. El conflicto comenzó con el asesinato de dos ancianos Waorani a manos de los Taromenane. Los Waorani respondieron con una masacre de veinticinco personas. Según expertos, el origen de esta confrontación fue la presencia de las empresas petroleras porque redujo el territorio de estos dos pueblos y obligó a correrse a los Taromenane para poder seguir en aislamiento.
Y no es la primera vez que las industrias extractivas avivan el desencuentro y las fricciones entre estos pueblos indígenas: “El conflicto es una de las tácticas, el modus operandi, de la industria y los gobiernos”, afirma Kevin Koenig, director de clima, energía e industria extractiva de Amazon Watch, oenegé que ha contribuido a centrar la atención en Yasuní. “Buscan formas de debilitar a las comunidades, con ofertas de trabajo y contratos dudosos. Les ofrecen cosas que es obligación del Estado ofrecer, como un juego, y lo utilizan como forma de presionarles para que firmen. ¡Una comunidad no debería hacer un trato con una petrolera para una escuela! O para salud. Eso es responsabilidad del Estado. Estén a favor o en contra de la petrolera. Utilizan la táctica de dividir a la comunidad. Ya sea el petróleo o la minería, las industrias extractivas en general. Generan conflictos y violencia”.
En 2013 también comenzó la resistencia civil ciudadana a las actividades extractivas, que culminó diez años después, en agosto de 2023, con un referéndum en el que el 59% de la población del país votó a favor de que en Yasuní el Gobierno dejara el petróleo bajo tierra. Una voluntad política verdaderamente visionaria y revolucionaria. Tras este resultado, el Tribunal Constitucional concedió al Gobierno y a la empresa petrolera estatal Petroecuador un año para cerrar el bloque petrolero 43-ITT, conocido como Bloque 43 o Ishpingo-Tambococha-Tiputini, en el área protegida de Yasuní que es el hogar de estos dos pueblos indígenas.
La noticia dio la vuelta al mundo. Pero hoy, catorce meses después de la consulta popular, la extracción de petróleo en Yasuní continúa. Y el gobierno del presidente Noboa no parece muy interesado en que esta situación cambie. A un año de haberse posesionado y a pesar de haber votado sí en el referendum y de haber dicho que Ecuador necesita un horizonte más allá del petróleo para alcanzar una prosperidad sostenible, no ha tomado decisiones que hagan valer la voluntad popular de proteger a los pueblos indígenas de Yasuní y a su territorio. Pareciera que Noboa cree que el dinero producto del petróleo del subsuelo de este rincón de la Amazonía fuera la solución para los graves problemas de violencia y crisis económica que afronta el país.
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¿Es realista que un país como Ecuador no extraiga petróleo del Yasuní? Actualmente, las exportaciones del crudo representan alrededor del 10% de su PIB y toda la extracción ocurre en la Amazonia.
¿Quién decide si se extrae o no el petróleo? ¿El pueblo de un país? ¿La comunidad internacional? ¿El Gobierno? ¿La población local de la zona donde se encuentra el petróleo? ¿Cómo nos aseguramos de que se considere a los pueblos en aislamiento voluntario porque se ven amenazados por la actividad y que, además, no tienen voz ni voto en el asunto? Y también: ¿cómo detenemos la extracción de petróleo sin que implique el estancamiento económico de un país?
En nuestra visita a Yasuní nos acompaña Moipa Nihua, quien hasta hace un tiempo fue líder Waorani. Cuenta cómo, cuando era un joven dirigente en Yasuní, varias empresas petroleras le ofrecían sobornos a cambio de dejarles trabajar tranquilos en la zona: “Venían a mi oficina y me ofrecían muchas cosas. Me decían: ‘Queremos ayudarte. ¿Quieres una beca? Te ayudaremos con plata. Te ayudamos con una vivienda. Te ayudamos con vehículos para que puedas trabajar. Pero tienes que firmar este acuerdo’. Dije que no, siempre he dicho que no”.
Al no aceptar los sobornos, vinieron las amenazas. Moipa cuenta que una vez en la ciudad de El Coca le tocó disfrazarse para que no lo reconocieran. Estando en un hotel, dos personas que no lo indentificaron gracias al disfraz le preguntaron por él y le mostraron una foto. Moipa entendió que eran sicarios y balbuceó cualquier respuesta. Aterrorizado, tomó la decisión de dejar el liderazgo comunitario. La muerte se le acercó demasiado.
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Luego de llegar al bloque 16 de Yasuní, pasamos junto a un derrame de petróleo. Según los locales, ocurrió hace unos tres meses, pero la mancha viscosa aún existe en medio de la selva tropical. Y estos derrames y la falta de limpieza son la norma más que la excepción. También echamos un vistazo a un pozo petrolífero cercano abandonado que lleva varios años inactivo. Así que, aunque la extracción petrolera se detenga, los restos son visibles y existe el riesgo de que la contaminación continúe.
Llegamos a la comunidad de Guiyero. Una mujer llamada Kemea Ontogamo no le da mucha importancia al petróleo: “Conozco la extracción petrolera desde hace décadas, pero ahora vivo peor que antes”, dice. “Las empresas siempre mienten. Aquí había selva limpia, ahora está contaminada y los peces están muertos”.
También cuentan historias conmovedoras de niños que, según ellos, han muerto como consecuencia de la grave contaminación petrolera. Casos que normalmente no son documentados por los médicos, pues se niegan a consignar estas causas en los certificados de defunción.
Ella y las demás mujeres sueñan con traer turistas. Están construyendo una cabaña para recibirlos. También han pensado en cultivar cacao, pero es un negocio que se tarda más en ponerse en marcha. “Mi sueño es dejar una herencia a mis nietos para que puedan tener su propia casa, su propio territorio. Que puedan estudiar en la universidad. Para que puedan defender mejor nuestro territorio”, dice Kemea.
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Ene, sentada junto a Kemea, piensa largo y tendido sobre cómo explicar la extracción de petróleo y la conexión de su pueblo con el bosque. “Puedo sentir cómo el bosque está lleno de energía. Se siente diferente en donde se extrae el petróleo. Ya sabes, el bosque primario absorbe más biomasa y cosas así”, dice intentando comunicarse en nuestro lenguaje y lógica occidentales.
El pueblo Waorani ha vivido tradicionalmente como nómada. Tal como sigue viviendo hoy el pueblo Taromenane y el Tagaerí que también está en aislamiento voluntario. “Ante todo, el Estado y las petroleras tienen que consultar a los Waorani antes de tomar decisiones en nuestro territorio”, reclama Ene valiéndose del Convenio 169 de la OIT sobre los derechos de los pueblos indígenas.
Pero eso no siempre pasa. Por eso la Nawe inició a finales de agosto una cumbre internacional en apoyo de Yasuní, a la que fueron invitadas oenegés internacionales y organizaciones indígenas.
El Gobierno ecuatoriano ha hecho varias declaraciones al respecto. El primer pozo petrolífero del bloque 43 ITT fue cerrado a finales de agosto de este año. Sin embargo, según el ministro de Economía y Finanzas, Juan Carlos Vega, deberían pasar entre tres y cinco años hasta de que la extracción de petróleo en el bloque 43 ITT esté completamente terminada.
El pueblo Waorani tiene una súplica para el resto del mundo: “¿Nos ayudan para que nuestro territorio sea libre de la extracción petrolera? Somos guerreros, pero estamos sufriendo. Necesitamos ayuda para defender nuestras casas, nuestro territorio de las petroleras. Para que podamos vivir con dignidad, con educación para nuestros hijos. ¿Nos ayudan a vivir en paz sin extracción petrolera?”.