Cédulas trans: identidades en movimiento y cuerpos en resistencia

Cédulas trans: identidades en movimiento y cuerpos en resistencia

Texto

Natalia Barriga

Ilustración

Daniela Hernández

Febrero 16 de 2023

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Cédulas trans:

identidades en movimiento y cuerpos en resistencia

Desde 2015 las personas trans pueden corregir el nombre y componente “sexo” de su cédula de ciudadanía por medio de un acto notarial en Colombia. Sin embargo, esta victoria no es suficiente para frenar un problema estructural de nuestra sociedad: la transfobia. Para muchas personas trans, la juntanza, el conocimiento y apropiación de sus derechos, siguen marcando la ruta para reivindicar y dignificar sus vidas.

Para mí es muy importante tener la cédula de mujer porque uno se cataloga como mujer, mujer. Uno no se siente como hombre, por eso soy chica trans, porque si fuera para catalogarme como hombre sería uno gay. Hay muchas personas que lo tratan a uno como hombre y es una ofensa… Yo no soy de ponerme a pelear, si me llaman como hombre, ignoro y ya.

María José Duque es lideresa trans del colectivo Montenegro feminista del departamento del Quindío, y una de las 425 personas del país que entre enero y noviembre de 2022 tramitó la correción del nombre y el componente “sexo” en su documento de identidad, según datos de la Registraduría.

— ¿Si te llaman como hombre no volteas a mirar?

— No, no volteo a mirar. Ignoro. No sé quién es ese, ese se murió.

El mundo que conocemos se ha construido y entendido históricamente desde el restrictivo binario hombre/mujer – macho/hembra – femenino/masculino, en el que los genitales y lo que se ha entendido por “sexo” ha sido un factor definitorio de eso que supuestamente somos y es “normal”.

Somos mujeres si tenemos vulva, hombres si tenemos pene, y en cualquier caso somos de orientación heterosexual. Ese restrictivo binario ha sido base de muchas teorías, discursos, explicaciones, creencias, leyes e imaginarios que todavía dan orden a buena parte de la sociedad. Como si cada bebé al nacer viniera acompañado con una especie de manual de instrucciones -rosado o azul- que dicta los parámetros sobre cómo “debe” ser y existir esa persona según las normas asociadas al genital con el que nació.

A los doce años, cuando a María José la identificaban todavía como un niño, empezó a dejarse crecer el cabello. A los catorce, apoyada por sus amigas del colegio, inició su tránsito y comenzó a maquillarse, a ponerse la ropa que ellas le daban, a caminar distinto, a ver distinto. Pero su padre respondió con mucha violencia: la golpeaba, la aislaba, le quemaba la ropa que las amigas le regalaban, le impedía hablar con personas, la agredía psicológicamente…

— Fue horrible. Tuvo que venir toda mi familia porque tuve muchos pensamientos de suicidarme por no ser aceptada.

La Fundación GAAT – Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans explica que además de la heterosexualidad como precepto, ese restrictivo binario macho/hembra- femenino/masculino no solo limita y encasilla a las personas e impone unas formas sobre cómo “deben” ser y existir, sino que también reproduce prácticas de exclusión, discriminación, violencias y aniquilación contra quienes rompen esa norma, como las personas de orientación sexual y de género diverso: lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersexuales, queer+.

Personas expertas llaman a esto violencia por prejuicio, y se calcula que entre 2021 y 2022, en Colombia al menos 55 mujeres trans fueron asesinadas, 20 de ellas menores de 35 años (la edad promedio de expectativa de vida de las personas trans), y al menos 226 personas trans fueron víctimas de otras agresiones, de las cuales 206 eran mujeres, según indica la Defensoría del Pueblo.

Pero debido al evidente subregistro, estos datos pueden ser mayores. De acuerdo a una reciente investigación del portal periodístico Mutante, 129 personas trans fueron asesinadas en Colombia entre enero de 2019 y septiembre de 2022, “sin embargo, la gran mayoría de las víctimas aparecen registradas como ‘hombres trans’, cuando es ampliamente conocido que la mayor parte de las víctimas de crímenes transfóbicos son mujeres trans”.

Dinamismo de la identidad y barreras para el reconocimiento de las personas trans

— Yo me siento identificada como mujer. Cuando voy a la clínica y me dicen ‘señor’ me siento rara. Entonces le digo ‘adiós, señor’ a la muchacha que me atiende y a ella no le gusta que le digan señor. Sí a ella no le gusta ¿por qué me dice así?

Melisa es mujer trans, vive en Armenia (Quindío) y hace dos años hizo la corrección de su nombre y componente “sexo” en el documento de identidad. Su pregunta es la misma de cientos de personas trans, y es una pregunta que quizá también nos corresponda afrontar a quienes no tenemos esas experiencias de vida: ¿qué ideas, qué explicaciones, qué estereotipos o prejuicios nos llevan a llamar como hombre o mujer a una persona que lleva un evidente proceso de transformación de su identidad?

Gracias a la sentencia T-063, de la Corte Constitucional de Colombia, desde el 2015  es posible corregir el nombre y el componente “sexo” en el documento de identidad por medio de un acto notarial, entendiendo que ese componente “sexo” hace referencia realmente al género con el que nos identificamos -mujer (F), hombre (M), no binario (NB), trans (T)- y no al sexo biológico con el que nacemos.

A pesar de lo que se creyó durante muchos años, la identidad, esa serie de elementos que diferencian e individualizan a las personas en una sociedad, está compuesta no sólo por características estáticas sino también por características que están o pueden estar en movimiento, expone Ana Flores Salazar, licenciada en sociología y máster en estudios de la mujer por la Universidad de Costa Rica. Las características estáticas se relacionan con factores como la fecha de nacimiento, las huellas digitales y el ADN de cada persona; las dinámicas con aquello de la persona que está en variable construcción como los deseos, la sexualidad, la vida social e íntima, o la autopercepción, incluida allí la vivencia propia del género.

— Para mí es importante tener la cédula porque uno quiere que le digan así como uno se siente, y que la gente lo vea a uno como uno se siente: como una mujer.

Esto me lo dice Vicky Valencia, mujer trans, integrante del colectivo Montenegro feminista, mientras con su mano derecha señala su rostro maquillado, su cabello negro largo hasta debajo de los hombros, y un lindo vestido mostaza ajustado a su torso. Sobre el vestido lleva una camiseta en la que se lee Khattleya Trans -nombre del colectivo diverso de Calarcá- acompañada por la imagen grande de una cacica indígena imponente, con plumas de color rosado, azul y blanco.

La conversación la tuvimos el 21 de julio de 2022, en una manifestación en contra de la violencia sobre la población trans, convocada por Khattleya y Divi Trans, protesta que se realizó cinco días después de que Ana Paula Albino, mujer trans y trabajadora sexual, fuera torturada y asesinada en Armenia.

GAAT explica que además de estar relacionados con otros derechos interdependientes, el nombre y el género están estrechamente ligados a la forma en la que otorgamos sentido a nuestra existencia individual y colectiva.

—Yo decía: ‘Dios, si usted es un Dios verdadero, hágame una mujer’. Fue arraigarme a lo que yo quería —, me cuenta Laura Daniela Ospina, activista transfeminista, trabajadora sexual y lideresa del noticiero NotiGuapas de Manizales.

Para muchas personas trans, como Laura, María José, Vicky o Alex, integrante del colectivo diverso Khattleya, poder darle sentido a su vida y vivirla, implica justamente romper con ese manual binario de reglas y formas:

— Ahora que ya me visto como hombre y me motilo, más fácil me dicen Alex. Complicado el tema de la aceptación familiar cuando uno se empieza a transformar, a vestirse como hombre, a motilarse… Ahora que me motilé, ¡jaaaa!, sí que hubo meras críticas. Pero uno qué va hacer, si es lo que a uno le guste, no lo que a los demás les guste… Después que mi mamá me acepte tal cual como soy yo, a mí me vale huevo lo del resto del mundo.

Ese movimiento, ese dinamismo de la identidad y su relación con el género -contrario a lo que algunos discursos antiderechos señalan- está respaldado y protegido por el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

La autodeterminación del nombre y de la identidad de género de las personas son elementos tan cruciales, que también están ligados a nuestra existencia jurídica y al acceso y protección de nuestros derechos fundamentales. Esto quiere decir que si desconocen ambos elementos, podemos perder la titularidad parcial o total de nuestros derechos. Derechos a la salud, al trabajo, a la educación, a la igualdad ante la ley, a un hogar, por nombrar sólo algunos.

Esa pérdida de la titularidad de ciertos derechos y el desconocimiento de sus existencias, a nivel jurídico incluso, es a lo que comúnmente las personas trans están expuestas desde edades tempranas, sometidas a altos niveles de desigualdad y violencia.

— No hay condiciones mínimas de garantías de reconocimiento de nuestra identidad y potenciales — insiste Cristina Rodríguez, activista transfeminista y comunicadora social, en un live en Instagram en el que habla sobre el impacto que tiene en la vida de las personas trans, los discursos que movilizan odio, violencia y discriminación en su contra.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), explica que es tan grave la falta de reconocimiento del género, “que niega la identidad de una persona hasta tal punto que provoca una ruptura fundamental de las obligaciones del Estado”. Esto las sitúa dentro de las poblaciones que están más vulnerables, condición que se agudiza según el sexo, la etnia, la condición económica, la nacionalidad, la religión y los contextos en los que viven.

En contextos de conflicto armado, por ejemplo, es fundamental llevar un registro de las víctimas y sus características identitarias, esa información es crucial para las familias y para el Estado, pero el desconocimiento y la violencia sobre las identidades trans ha causado un desequilibrio entre el registro y subregistro de las víctimas y sus identidades: en los registros no suele quedar la identidad con la que las víctimas se identificaban sino los datos explícitos en el documento de identidad, lo cual ha marginado e invisibilizado la realidad que viven las personas trans en el conflicto armado. Cristina afirma que no se trata sólo de una violencia contra sus identidades sino también contra sus propias existencias.

Deyanira, mujer trans víctima de abuso en el marco del conflicto armado colombiano, contó a la Comisión de la Verdad, que en Cali la Policía decía, por ejemplo, que en una noche o en un fin de semana, habían sido asesinados cuatro jíbaros, pero no decían que en esa misma noche habían asesinado a siete, ocho, diez mujeres travestis: “Ellas no solo fueron asesinadas en su cuerpo físico, sino también en la historia, en la memoria; fueron borradas, porque no aparecen asesinadas, ni desaparecidas, pero nosotras las vimos y las enterramos”.

Derechos fundamentales: una necesidad básica, un deseo

— A pesar de los golpes, de cómo él me odiaba, de que le daba pena decir que era mi papá, yo fui papá y mamá de mis dos hermanitos siendo una niña. Como vi que a mi papá le quedaba tan duro, yo le pagaba a una amiga para que me cuidara los niños y yo me iba a coger café. Trabajaba toda la semana, compraba el mercado, la leche de mis hermanitos, los puse a estudiar, y yo no podía hacerlo porque ellos eran mi responsabilidad – cuenta María José. 

— ¿Y hace cuánto comenzó a aceptarte tu papá? – le pregunto.

—  Hace seis años para acá me vino a aceptar, desde que tengo esposo…—  María José tiene treinta años.

Las múltiples violencias y vulneraciones a los derechos de las personas trans, en especial cuando desconocen sus identidades de género, hacen que para muchas la corrección de su documento identitario sea no solo una necesidad básica, sino también un deseo, una esperanza, una apuesta por mejorar sus condiciones de vida, su cotidianidad.

Britany de la Vega, activista trans, coordinadora de Khattleya, acompañó la corrección de la cédula de diez personas trans -ocho mujeres y dos hombres- en el departamento del Quindío en el 2022. Sobre el proceso, cuenta que ha sido muy empírico, desde la calle, desde la sociedad civil, desde el aprendizaje y conocimiento de sus derechos, y el reconocimiento de que como sociedad tenemos mucho por aprender sobre asuntos relacionados con las identidades de género y diversidades.

—  Se han hecho capacitaciones a entidades y funcionarios públicos y privados a nivel municipal y departamental con el tema de enfoque diferencial, subdiferencial e interseccional. Sobre cómo llamar, cómo dirigirse a una persona, si ella, él, o elle, y poderlos tratar de una forma diferente, con enfoque, con buen trato, porque pueden ser muy profesionales pero al momento de relacionarse con una población sexual y de género diverso no tienen la mínima idea de cómo tratarla.

Este proceso de restitución de derechos por medio de la corrección de la cédula liderado por Britany y la colectiva ha generado redes de cuidado entre personas trans del Quindío, procesos de aprendizaje sobre transfeminismos y diversidades, participación ciudadana y formulación de proyectos, e incidencia social y cultural que no habría sido posible sin la juntanza y el trabajo colectivo entre personas de identidades diversas. Organizarse ha sido fundamental porque, entre tantas otras cosas importantes, les ha permitido acompañarse y fortalecerse desde lo individual y lo colectivo.

—Nosotras como organización tratamos de estar pendientes, de charlar, conspirar, hacer la juntanza, compartir entre las mismas compas, de decirles que no están solas, que hay una organización donde las podemos cobijar. Eso hace parte de que podamos implementar todas esas experiencias de vida y fortalecernos como organización y colectiva de personas diversas.

Transfobia: una violencia estructural

Como bien lo sabe Britany y tantas otras personas trans, la exclusión y discriminación de la que son víctimas no es solo una cuestión de respaldo jurídico.

Laura Daniela Ospina cuenta que en muchos espacios ha sido discriminada, con o sin cédula, y que poco le ha beneficiado tener el documento corregido:

— Solo en una cosa me ha dado tranquilidad y orgullo y alegría: cuando por ejemplo voy en la moto y me para un policía o un guarda de seguridad y me pide los papeles, y que deme el número de la cédula y yo con esta voz de macho, porque por muy masculina que yo aparente ser, así esté barbada, con voz de hombre, ellos deben referirse a uno como una mujer, como señora Laura Daniela, eso es una satisfacción tan… Tan… Tan… No sé… Pero cuando arranco en la moto, igual se ríen y dicen cosas. La transfobia sigue.

“Y no es la fobia como ‘Aaaayyy! vi una travesti, me estoy muriendooo’— exclama Cristina, con un gesto burlesco — si no la discriminación efectiva, real, institucional, educativa, laboral, que hay hacia las personas trans, desde el ámbito familiar, íntimo, hasta incluso de cómo habitar el espacio público”. Señala además que, aunque hay decretos, protocolos, procesos de formación con servidores públicos de la policía y el sector salud, estos “no reconocen las identidades, a pesar de que en teoría, en la jurisprudencia, los marcos normativos a nivel nacional e internacional nos protegen, pero ahí se queda todo. Pero, ¿cómo se traduce eso a lo real, al día a día, a que si llega una trans con la cabeza rajada porque la acuchillaron mientras puteaba, la atiendan y que no le hagan el paseo de la muerte?”.

Sí, la transfobia sigue y es estructural. Por ejemplo, frente al proceso de corrección de la cédula aún hay diversas barreras que dificultan el acceso a este derecho, a pesar de que han pasado cerca de ocho años desde la Sentencia T-063 de la Corte Constitucional.

La falta de información y asesoría integral para realizar el procedimiento y los altos costos del mismo (entre cuarenta mil y más de cuatroscientos mil pesos), son algunas de las barreras identificadas por Nathaly Camargo Marulanda, docente e investigadora de la Universidad del Quindío, lideresa del Colectivo Semillas Diversas y quien en conjunto con otras organizaciones y activistas ayudó a impulsar el decreto que aprobó la corrección del componente “sexo” por acto notarial:

— A la gente no la informan, entonces usted cree que solamente se corrige el nombre y ya, pero cuando llega por ejemplo a una atención médica y le dicen que no, que el número de cédula no coincide con lo que tienen en la base de datos, entonces no hay atención. O le dicen que su tarjeta profesional no coincide con la cédula, que debe ir a pagar. Y todo se transfigura en dinero.

Además, agrega Nathaly, suele haber un incumplimiento en los tiempos para hacer la actualización del nombre y el componente “sexo”en las bases de datos, a pesar de que las entidades territoriales tienen 11 días hábiles para realizar la rectificación.

Otras barreras señaladas por las entrevistadas desde sus experiencias propias y las de compañeres y conocidas, son la negación de servidores públicos a realizar el procedimiento, y la solicitud y pago de corrección de la información identitaria en documentos y sistemas públicos y privados (por ejemplo de salud, educación, pensiones, escrituras públicas, cuentas bancarias, certificados laborales). Pues al no estar registradas en esos sistemas estatales y privados por problemas de cedulación, las personas trans sufren la negación de servicios, ya que en la práctica no existen dentro de esos sistemas y bases de datos mientras se realiza la corrección.

Estas barreras generan dudas e inseguridades en personas que quieren hacer la corrección, pues incluso después de haber accedido al derecho, este puede no significar cambios profundos para las vidas de las personas trans, y por el contrario puede complejizar ciertos procesos.

“Yo misma estando en el calabozo me preguntaba… ¿por qué te cambiaste el nombre, Nathaly..?”, dice con humor la lideresa, refiriéndose a la ocasión en la que fue detenida por agentes de Policía que desconocieron su identidad de género y su documento jurídico en el Aeropuerto Internacional Matecaña en Pereira (Risaralda).

— El policía de turismo me pidió el documento y miró la cédula. La puso a contraluz y se la rotó con todos los compañeros que estaban ahí, y me preguntó que dónde la había conseguido, que parecía original. Yo le dije, ‘es que es original’, y él me respondió que cómo un hombre iba a tener nombre de mujer. Yo empecé a grabar y le dije ‘yo no soy un hombre, soy una mujer trans, y el decreto 1227 de 2015 nos permite como ciudadanas hacer la rectificación del nombre y el componente sexo. Le pido por favor que me respete y que se eduque’.

Los agentes ignoraron su petición y en cambio Nathaly terminó esposada, requisada y detenida por supuesta falsedad en documento público hasta que “esclareciera” su identidad.

— Ahora para viajar me toca tener la escritura pública y el acta de nacimiento para demostrar que yo sí soy yo — agrega Nathaly con jocosidad.

— Nos reímos, pero es muy doloroso que sucedan estas cosas… — le digo.

— Hay que sacar cosas positivas de toda esta ignorancia que tiene el mismo sistema. Como yo le decía al policía: ‘es que usted debe ser el que conozca la norma porque es el principal garante de mis derechos’. Y es triste que un funcionario público que recibe un sueldo de lo que yo aporto como ciudadana con mis impuestos, venga y me maltrate de esa manera. A él lo iban a destituir y yo les dije que no, que hicieran el proceso de alfabetización con toda la fuerza policial. Allá es donde tenemos que llegar, a educar y sensibilizar — apunta Nathaly de nuevo.

Algo que tienen muy presente las entrevistadas y que también señala GAAT, es que aunque a nivel jurídico se establecen y restituyen derechos de las personas trans, las personas actúan conforme a su sistema de prejuicios y representaciones sociales. Es por esto que las entrevistadas no ven como una solución esperar a que la sociedad abandone esas ideas sobre los roles y estereotipos de género, esas ideas binarias, restrictivas y sesgadas sobre el mundo, sobre las personas y sus identidades, mientras ellas siguen siendo víctimas de múltiples violencias y del intento de aniquilación de sus existencias.

Conocer y apropiarse de sus derechos ha sido a lo largo de la historia una herramienta crucial de resistencia y reivindicación de las personas más oprimidas, y en el caso de las personas trans no ha sido distinto. Laura Daniela cree con convicción que continuar apropiándose de sus derechos, es la ruta para transformar ciertos aspectos de sus realidades, por ejemplo, poder habitar espacios que antes estaban socialmente prohibidos para ellas, como el Corredor Polaco de la Catedral Basílica de Manizales:

— Antes un travesti no podía subir porque era pecado.  Se creía que «se quemaba» el Corredor Polaco con solo subir las maricas…

Y agrega que hace poco con apoyo de la organización feminista Fondo Lunaria, pudieron hacer un encuentro en el Corredor con mujeres trans de la etnia Emberá provenientes del municipio de Santuario en Risaralda:

— Tuvimos a todas estas mujeres indígenas allá subidas con Las Guapas en el Corredor Polaco, ¡y eso fue histórico, mor! porque nosotras como mujeres trans nos hemos venido apoderando de esos espacios a las bravas, porque tenemos los derechos pero no se nos hacen ver, ¿entonces qué hacemos nosotras? ¡Apoderarnos, mami, apoderarnos del espacio, apropiarnos de lo que nosotras necesitemos y queramos!

***

 

Algunas herramientas:

 

🌸Guía del Paso a paso para el tramite de cambio de componente sexo en el registro nacional de naciemineto, de la ONG Temblores

🌸Clic para ver opciones de acompañamiento, asesoría jurídica y psicosocial, ofertas laborales, grupos de apoyo que brinda la Fundación GAAT

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