De las armas a los peces
Texto
Daniela Mejía Castaño
Ilustración
María José Porras
Mayo 24 de 2022
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De las armas a los peces
Una pareja de excombatientes de la antigua guerrilla de las Farc lleva adelante un proyecto productivo en el que emplean las larvas de las moscas soldado para alimentar sus cultivos de peces. Como estas moscas se nutren de desechos orgánicos, este proyecto es un caso ejemplar de economía circular.
Sandra* no sabía nada de la crisis climática ni de sus causas, ni sabía de la inseguridad alimentaria y sus posibles soluciones cuando entregó su arma a las Naciones Unidas luego de que el grupo guerrillero del que hacía parte, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), firmara el acuerdo de paz con el Estado colombiano el 26 de septiembre de 2016. Ella simplemente pensó que un proyecto productivo para vender mojarra criada en estanques sería la mejor forma de reintegrarse a la vida civil, después de veintidós años de militancia guerrillera en el país más desigual de América Latina, donde el 80% de las tierras de cultivo son para ganadería extensiva y solo el 20% para agricultura, según Oxfam Colombia.
El primero que apoyó el proyecto productivo de Sandra fue Ricardo*, otro firmante de los acuerdos de paz, que formó parte del Bloque Oriental de las FARC durante 20 años, y a quien Sandra conoció en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Antonio Nariño, situado en zona rural del municipio de Icononzo, unas cinco horas al sur de Bogotá.
Los ETCR son una especie de campamentos creados por el gobierno para alojar a los excombatientes y permitirles el tránsito hacia la vida civil. Aunque la figura legal de los ETCR dejó de existir en 2019, porque así quedó estipulado en el acuerdo, en el terreno varios de estos campamentos se convirtieron en caseríos y han continuado habitados. Sus habitantes reciben cursos de artesanías y emprendimientos, y son contactados por instituciones financieras para abrir cuentas bancarias y solicitar préstamos, entre otras cosas. También reciben una identificación y comienzan a hacer parte del sistema, si es que no fueron registrados al nacer, como sucede con muchos de ellos.
En los comedores comunitarios del ETCR Antonio Nariño, Sandra y Ricardo encontraron el nombre de su proyecto productivo: Piscícola Varsovia SAS, con el que luego se unieron a la Cooperativa Multiactiva Agropecuaria del Común, fundada por otros firmantes del acuerdo de paz, de la cual Sandra es la primera mujer miembro del consejo de administración, y que al día de hoy tiene ciento cincuenta miembros activos.
“No soy tan romántica. No pasó nada especial. Nos conocimos justo después de la Décima Conferencia de las FARC, la última. Poco a poco nos hemos ido adaptando. Yo cumplo con sus expectativas de vida y él cumple con lo que espero de un hombre. Eso es todo”, explica Sandra sobre la relación que sostiene con Ricardo antes de soltar una carcajada. Para Ricardo fue más que eso: “Recuerdo que siempre nos encontrábamos bajo un eucalipto. Para mí fue muy difícil dejar las armas, no estaba seguro de quedarme en la vida civil, pensaba mucho en volver a la selva. Pero escucharla hablar con tanta gracia junto a ese árbol sobre el proyecto de los peces me dio el ímpetu para alejarme de las armas y apoyarla”.
La agudeza con la que Sandra explicaba su proyecto también cautivó a otros veinticinco excombatientes de las FARC. Personas que, como ella y Ricardo, se enfrentaban a la misma situación: entregar las armas y empezar una nueva vida o volver a lo único que conocían, la guerra. La idea de Sandra se convirtió entonces en un proyecto productivo colectivo.
Un año después de llegar al ETCR, Sandra y los demás cavaron su primer estanque de peces en la finca de la madre de Sandra, ubicada cerca del ETCR. Para la primera cosecha compraron veinte mil peces. La mayoría murió por los escasos conocimientos que el grupo tenía en piscicultura, así que solo pudieron vender siete mil. La pérdida no los desanimó, pero les dejó una lección: debido al mal estado de la carretera era difícil tener acceso al concentrado para peces, y cuando podían comprarlo era demasiado caro.
Mientras que un piscicultor en Estados Unidos paga alrededor de 28 dólares por 40 kilos de concentrado para peces con un 45% de proteína, Sandra y Ricardo deben que pagar 37 dólares o más. Y eso contando con que puedan ir a comprarlo.
En la mayoría de los casos, estos concentrados están hechos a base de harina de maíz, soja y sorgo, que en el caso colombiano, según Adriana Muñoz, doctora en acuicultura, se mezclan con desechos de animales de matadero. “Aunque cada laboratorio tiene su propia fórmula y las proporciones varían según el productor”, precisa.
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Sandra y Ricardo decidieron discutir su problema del costo de los concentrados con otros excombatientes que tenían proyectos productivos similares, y se dieron cuenta de que no eran los únicos, el concentrado para pollos y cerdos también era y sigue siendo muy caro. “Entonces decidimos inscribirnos a Extensión Solidaria, un programa de la Universidad Nacional de Colombia que busca resolver los desafíos que enfrentan comunidades vulnerables, como la nuestra, en sus proyectos de innovación productiva y social”, me dice Sandra.
La doctora Karol Barragán es profesora de la Universidad Nacional. Cuando comenzó a enseñar, hace 17 años, notó que sus estudiantes tenían mucha curiosidad por los insectos. Por eso empezó a leer sobre ellos y se convenció de que estos bichitos podían solucionar gran parte de los problemas del mundo moderno. Poco después, Barragán decidió hacer su doctorado con las larvas de la mosca soldado negra. Su trabajo académico se titula “Las moscas son lo que comen”, y en él estudió la composición de las larvas después de ser alimentadas con desechos orgánicos domésticos como las cáscaras de banano y huevo, arroz y sobras de comida. Cuando leyó en la lista de Extensión Solidaria el problema del costo de los concentrados que tenían Sandra y los demás, se convenció de que estas larvas serían la solución perfecta.
A finales de 2018, Karol, Sandra y Ricardo se conocieron. Gracias a la guía de esta y de otras académicas, entre ellas la doctora Adriana Muñoz, Ricardo y Sandra abrieron su primera planta piloto para la producción de larvas de mosca soldado negra y comenzaron a hacer experimentos. No solo alimentaron a sus peces con ellas sino también a las gallinas y al cerdo que tenían. La pareja pronto se dio cuenta de que sus animales preferían comerse las larvas, y se veían aún más sanos y fuertes que otros animales alimentados solo con concentrado.
“Sacamos una cosecha de tilapias y mojarras alimentadas al 50% con larvas, los costos de producción disminuyeron un 20% y alimentamos a las larvas no solo con nuestros desechos orgánicos sino también con los desechos orgánicos de nuestros compañeros, los firmantes del acuerdo de paz que aún viven en el ETCR de Antonio Nariño, donde nació este proyecto y donde Sandra y yo nos conocimos después de la guerra”, me explica Ricardo en la planta piloto de producción, mientras una mosca soldado negra camina en la palma de su mano. “Con la profesora Karol aprendí que este proceso de utilizar los residuos orgánicos en nuestra cadena de producción se llama economía circular y se puede aplicar a casi cualquier cosa”.
De hecho, Ricardo y Sandra cuentan que cuando estaban en la selva reutilizaban la poca basura que producían para no dejarle “pistas al enemigo”. Todo lo que les fuera posible lo reutilizaban. El objetivo era que la tropa viviera mimetizada con la selva. Si talaban un árbol, procuraban sembrar dos o tres para no desmantelar la cubierta que forman las copas y que a ellos les servía de escondite. Había que conservar silencio para que un ruido no los delatara. Y el respeto a la luna para que su luz en la oscuridad no los dejara al descubierto y a boca de un tiroteo.
Cuando le pregunto a Sandra si esta nueva vida es muy diferente a su vida en la guerrilla me dice: “Sí, algunas cosas son diferentes y entendemos que ahora estamos en un sistema capitalista. Para que nuestra voz sea escuchada debemos tener dinero. Pero si se mira de cerca, el trasfondo es el mismo. Las FARC eran una gran empresa en la que todos teníamos un papel por desempeñar. Lo que pasa es que ahora no somos las FARC sino Piscícola Varsovia S.A.S., y toda la responsabilidad recae en Ricardo, los demás socios, y yo”.
Ni en Varsovia, donde crían sus peces, ni en el ETCR donde Sandra y Ricardo iniciaron su proceso de reincorporación, hay recolección pública de basuras. Al ser lugares tan remotos y olvidados por el Estado, la mayoría de los residuos de estas zonas son arrojados a los ríos o incinerados a cielo abierto, como es el caso del 33% de las 2.010 millones de toneladas de basura que se producen anualmente en el mundo, según el informe del Banco Mundial. Pero ahora, gracias a su proyecto productivo, Sandra y su grupo utilizan los desperdicios orgánicos que antes terminaban por contaminar la vereda.
“Nuestro objetivo inmediato es hacerle entender a la gente que al comprarnos apoyan un proyecto comunal que a la vez es una respuesta a la crisis climática que vivimos, y lo que queremos a corto plazo es conseguir donaciones para comprar una trituradora de residuos orgánicos más eficiente. Eso nos ayudará a aumentar nuestra capacidad de producción a dos toneladas de larvas, no solo para nosotros sino también para los agricultores de la región, que podrán financiar parte de la compra con trueque: ellos separan sus residuos orgánicos para nosotros, a cambio les hacemos buenos descuentos en el precio del pescado y en la larva, para que a su vez ellos pueden alimentar a sus animales con los bichos y disminuir costos. Además, el humus que nos dejan las larvas al descomponer los residuos orgánicos lo podremos utilizar en nuestros huertos y cultivos”, explica Sandra, y agrega: “Exactamente por lo que creíamos luchar en las FARC: las comunidades campesinas y su bienestar. Solo que aquí es sin armas pero con peces e insectos”.
* El pasado 27 de enero la Sala Plena de la Corte Constitucional declaró un Estado de Cosas Inconstitucional (ECI) en el componente de seguridad de los excombatientes de las desaparecidas Farc, la mayoría de excombatientes asesinados son mandos medios que en muchos casos lideraban proyectos productivos como Sandra y Ricardo.
Esta historia fue publicada originalmente en inglés por el portal de periodismo alemán Unbias The News.