Julio 10 de 2020
Texto
Sara Zuluaga García
Ilustración
Ema Villalba
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El descanso de las ánimas
Una crónica sobre el aborto alternativo
“Hace unos meses, nueve para ser exactos, he llegado a pensar que el placer y el dolor siempre tienen que ver con cosas que entran o salen de tu cuerpo”.
Gabriela Wiener
Ana lleva una cicatriz en la barriga. Es casi tan larga como la palma de su mano abierta y flaca como un hilo. Ana tiene 33 años y trabaja como mesera en un restaurante de corrientazos en el centro de Medellín. Nunca ha parado de correr. Hace un tiempo quedó embarazada. En medio del ahogo por no encontrar una solución, le consultó a una compañera del trabajo. Ninguna sabía nada. Empezaron a preguntarle a los clientes de confianza que iban al restaurante hasta que llegaron al dato de una mujer que ofrecía realizar abortos mediante la brujería. “Se hacen amarres, abortos y baños de prosperidad”, advertía el papelito que presentaba la mujer. No tenía un teléfono sino la indicación de un lugar público, cerca al parque de Berrío, y un horario de atención.
—En ese momento, pensaba que abortar era ilegal. En el colegio me habían mostrado videos de fetos despedazados y me quedó siempre la idea de que eso estaba mal hecho, entonces en medio del desespero pensé que con brujería o hierbas iba a ser más fácil.
Un día después del trabajo, Ana fue a buscar a la mujer y acordaron verse al día siguiente en una residencia. La mujer le dijo que llevara cuatrocientos mil pesos y ropa o juguetes de su niñez.
Ana consiguió la plata prestada y llegó sola.
—Tampoco pensaba bien nada de lo que estaba pasando porque como tenía mucho mareo y toda la comida me daba asco, entonces estaba muy débil, no escuchaba bien lo que la señora me decía pero trataba de hacer caso. Llevé el vestido de mi bautizo y un peluche.
En la habitación solo había una cama y cuando Ana llegó, la mujer estaba agachada sacando hierbas de una bolsa.
—Me dijo: “le voy a dar una bebida que es una mezcla de varias ramas. Y para sanar vamos a hacer la quema de los objetos que trajo”.
La supuesta bruja le pidió a Ana que se pusiera en cuclillas mientras se tomaba la bebida. Era un brevaje verde oscuro y amargo. Luego, debía pararse rápido y saltar quince veces mientras la mujer le pegaba en el estómago con una rama larga.
Ana me cuenta todo esto riéndose, intentando imitar a la mujer y la forma en que la golpeó. Luego, se tapa la cara con las manos.
Después de los latigazos en el estómago hicieron la quema. El vestido de bautizo que la mamá de Ana había guardado —como hicieron también las mamás de todas nosotras— quedó deshecho en cenizas en una esquina de esa habitación, junto con el peluche. Un ripio negro en el que, según la mujer, moría la infancia.
—Me dijo que eso era quemar una parte de mí. Lloré mucho, le di la plata y me fui.
***
Lucy Ramírez Reyes es médica y dice que aunque hoy se conocen muchas propiedades de las plantas, hay una gran cantidad que no están lo suficientemente estudiadas como para garantizar un aborto.
—Hay muchos medicamentos y aromáticas que están contraindicados para una persona embarazada. Es muy fácil que quienes practican abortos clandestinos se basen en eso para agregar a la mezcla estos componentes. El término médico “aborto seguro” significa que el procedimiento cumpla con ciertos requisitos como que lo practique un médico, que haya un espacio adecuado, y otros puntos que puede que en un lugar clandestino no se cumplan.
Además, la doctora Ramírez señala que debido al desconocimiento de la sentencia C-355 de 2006 de la Corte Constitucional Colombiana, muchas mujeres piensan que abortar es más difícil de lo que realmente es.
—Cuando compromete la salud de la mujer no se refieren solo a la salud física sino a la salud mental, a un concepto mucho más amplio y por el cual las entidades deben practicar el aborto.
Ana salió de la residencia para su casa, la mujer le dijo que debía estar acostada y que cuando sintiera cólicos tomara pastas para el dolor. Ana vive sola en una casa dividida en varios apartaestudios. “Los cólicos casi fueron de inmediato, mientras iba en el bus para la casa. Compré muchas toallas higiénicas porque ella me dijo que me iba a salir mucha sangre. Empezó a salir y a salir sangre, me cambiaba de toalla casi cada hora”. Ana llamó a su compañera del trabajo cuatro horas después y le dijo que se sentía muy mal, que estaba perdiendo mucha sangre, que como ella tenía el wifi del restaurante por favor buscara en internet qué tenía que hacer. Su compañera llegó dos horas después en un taxi y llevó a Ana al hospital.
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Antonia Ruiz trabaja desde hace veinte años leyendo el tarot y haciendo rituales para ahuyentar la envidia y las malas amistades. Nunca ha practicado un aborto con plantas, pero sí sabe cómo funcionan:
—En la naturaleza siempre lo hemos tenido todo. En las plantas está la cura para todas las enfermedades y desde ella se pueden hacer todos los procedimientos. Y es muy viejo el conocimiento de las hierbas abortivas. Por ejemplo, lo que hace la ruda en el cuerpo, que es la más usada en esos brebajes, es que cubre el útero y como su palabra lo dice, pone rudo el cuerpo.
Antonia defiende la idea de hacer curaciones, practicar abortos y hasta planificar solamente con hierbas, porque considera que es una resistencia total contra la industria farmacéutica.
Fue en los comienzos del colonialismo y el capitalismo cuando se empezó a ver la interrupción del embarazo como una amenaza al crecimiento de la economía mundial. En un artículo titulado “Las hierbas de la emancipación”, publicado por la revista brasileña Amazona, se dice que: “La revolución científica y médica significó que las mujeres fueran crecientemente excluidas de la medicina por requerimientos de títulos universitarios a los que ellas no accedían. La posición de los hombres de la ciencia fue reforzada por la Iglesia que, en un decreto papal, afirmó: ‘Si una mujer se atreve a curar sin haber estudiado, es una bruja y debe morir’. De esta manera, las parteras dejaron de aprender y de prescribir. La caza de brujas fue efectiva en romper con una cadena de conocimiento que se había enriquecido en su transcurso milenario”. Así las cosas, las parteras quedaron proscritas y las mujeres perdieron casi toda su autonomía reproductiva. En la clandestinidad, muchas empezaron a abortar solas y de forma insegura.
Para Antonia, disciplinar el cuerpo de la mujer para parirle hijos al capitalismo es un acto de tortura y es invisibilizar la capacidad decisiva de las mujeres, y aunque hoy muchas puedan ir a centros médicos a realizarse abortos seguros, continúa siendo un delito señalado en el Código Penal.
—Eso depende de la parte del país en la que estés, en las zonas rurales muchas mujeres van a un hospital, incluso por un aborto espontáneo, y terminan culpándolas y llamándolas asesinas —dice.
El movimiento Causa Justa, que busca eliminar por completo la criminalización del aborto, destacó entre sus argumentos que el 97% de mujeres judicializadas por aborto provienen de zonas rurales. De ellas, un 30 por ciento había denunciado violencia intrafamiliar. Este escenario de terror provoca que muchas busquen formas alternativas de abortar, que a veces resultan no siendo seguras. Según el estudio Prevención del aborto inseguro en Colombia, del Ministerio de Salud, 70 mujeres mueren al año a causa de procedimientos abortivos clandestinos.
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En 2015, María Camila quedó embarazada de su novio. Estaba terminando su carrera y no quería continuar el embarazo. Lo hablaron. Ella buscó en internet cómo abortar y dio con una página de esas en las que dan un poco de información y, de repente, muestran fotos de brazos y piernas diminutos y letreros de alerta que dicen: “No lo hagas”. Siguió buscando y en la universidad le hablaron de una señora que hacía abortos con hierbas en el municipio de Sabaneta. Para entonces, Maria Camila no sabía que en Profamilia o en Oriéntame podían practicarle el procedimiento.
La médica Lucy Ramírez dice que conoce casos de mujeres que aun en estas entidades se han sentido violentadas y culpables, y que los casos exitosos son de mujeres que iban a su cita muy informadas acerca de las tres causales y de la objeción de conciencia:
—Un médico objetor de conciencia es alguien que por sus creencias se niega a hacer abortos, lo que es completamente respetable. La cosa es que si él no lo puede practicar, debe remitir de inmediato a la paciente a un médico que no sea objetor. Todos los centros médicos deben garantizar en su equipo que por lo menos uno de sus profesionales no sea objetor de conciencia y pueda realizar el aborto. Ninguna clínica se puede declarar en objeción de conciencia colectiva. Es ilegal.
Aquí, Lucy señala que hay muchas irregularidades. Ella trabaja en el hospital municipal de un pueblo del Eje Cafetero y cuando ingresó nunca le preguntaron si era objetora de conciencia.
—Entonces en caso de que yo fuera objetora, ¿qué hubiera pasado? Si alguna mujer de aquí necesita abortar debe ir hasta Profamilia, en Pereira, conseguir los pasajes, todo. Son muchas barreras.
María Camila fue con su novio a la casa de la mujer de Sabaneta. La mujer le preguntó algunas cosas sobre los alimentos que había comido ese día, sobre las semanas que calculaba de embarazo. Le entregó una botella de agua que al interior tenía un líquido entre verde y amarillo, le dijo que se tomara la mitad esa noche y la otra mitad al día siguiente en la mañana. Era una mezcla de hierbas. Le cobró 250 mil pesos, pero le dijo que le diera 100 mil y el resto cuando se hiciera de nuevo la prueba y se asegurara de que ya no seguía embarazada.
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Así que he sido capaz de fabricar eso. O. se sienta en el taburete. Llora. Lloramos en silencio. Es una escena que no tiene nombre en la que la vida y la muerte se dan la mano. Es una escena de sacrificio
No sabemos qué hacer con el feto. O. va a buscar a su dormitorio una bolsa de galletas vacía y lo meto dentro. Voy hasta el cuarto de baño con la bolsa. Pesa como si llevara una piedra dentro. Vuelvo la bolsa encima del retrete. Tiro de la cadena.
En Japón, los abortos reciben el nombre de mizuko, los niños del agua.
Fragmento de El acontecimiento, de Annie Ernaux.
Gabriela Wiener
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Yerbateras es un grupo de cuatro mujeres que trabajan por el autocuidado y el cuidado colectivo y buscan revitalizar los saberes ancestrales.
—Si bien el conocimiento de abortos con plantas es muy poderoso, requiere de muchos años de experiencia y de mucho respeto no solo para los cuerpos gestantes sino para las mismas plantas —explica Estefanía Piñeros, abogada y parte del equipo de Yerbateras.
El grupo se dedica a hacer un acompañamiento a las personas que abortan con pastillas. Para tal fin desarrollaron la cartilla Yerbajes para acompañar abortos con pastillas en el primer trimestre, que consiste en remedios con plantas, infusiones, vahos, inciesos, alimentación y rituales.
—Entendemos el aborto de manera cíclica y consideramos que el cuerpo debe prepararse en el antes, durante y después —acota Estefanía.
También hicieron kits que incluyen una infusión a base de manzanilla para tratar la ansiedad, un emplasto y una almohadilla herbal para calmar los dolores durante la expulsión, y unas gotas de frambuesa y manzanilla para tonificar el útero y el suelo pélvico.
Ivonne Pérez es trabajadora social y también es parte de Yerbateras. Dice que los abortos a base de plantas son un saber territorial:
—No es lo mismo abortar en Mitú, Vaupés, donde seguro usan la yuca que llaman “macho”, que abortar con plantas en Tumaco. Hay que entender que las parteras no van a entregarle su conocimiento a una mujer de Bogotá que solo vaya a preguntar: “¿aquí con qué abortan? No, y es muy respetable. Detrás de cada experiencia de aborto hay un montón de lógicas territoriales, de códigos que hay que entender y respetar.
Según Estefanía también es importante que las mujeres sepan que las pastillas son un método seguro:
—Hay plantas que pueden acompañar el proceso, pero realmente la forma más segura de abortar hoy es con pastillas, que además es un medicamento trabajado por mujeres brasileras empobrecidas. Es importante que sepamos eso: fueron ellas quienes se dieron cuenta de que el misoprostol servía para abortar, y empezaron a llegar mujeres con abortos incompletos a los hospitales hasta que ya desde la OMS le prestaron atención. Luego, crearon la mifepristona, y estos medicamentos combinados tienen un 97% de efectividad.
Estefanía e Ivonne concluyen que sí ha servido la incidencia de las agrupaciones de mujeres y las denuncias públicas. Y aunque Colombia está muy bien en términos jurisprudenciales, si se compara con otros países, hay que despenalizar el aborto en un ciento por ciento para garantizar que a todas las mujeres se les respete el derecho a decidir sobre sus cuerpos y sus proyectos de vida.
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María Camila guardó la botella que le dio la mujer de Sabaneta en el morral de su novio. Llegaron a la casa de ella —que vive con su papá y su hermano—. Se tomó la mitad de la botella, como le indicaron. Su novio se fue y ella se acostó a ver televisión con su papá. La mujer le había advertido que si sentía dolor y si sangraba debía estar atenta por si salía el feto. María Camila dice que los dolores eran como agujas y que empezó a ir al baño cada tanto a buscar en medio de la sangre algún coágulo con una forma distinta. No durmió. Ni lloró. Solo se quedó en una duermevela de espera borrosa.
La médica Lucy Ramírez concluye que el primer paso para disminuyan las muertes por abortos inseguros y la judicialización de mujeres es el acceso a la información.
—Todos los medios y entidades de salud deberían tener esta información a la mano para que cuando las mujeres encuentren la solución inmediatamente. Si todavía hay profesionales de la salud y del derecho que desconocen el acceso a un aborto seguro bajo la causal de la salud mental de la persona gestante, imagínate el resto de personas.
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Ana llegó al hospital con su compañera de trabajo. Activaron el código rojo y entre un médico y varias enfermeras controlaron la hemorragia.
—Me desperté como a las dos horas con mucho dolor de cabeza. Y en el estómago sentía como si tuviera una plancha caliente.
Días después de salir del hospital se hizo una herida en su abdomen en medio de un ataque de pánico. Lloró dos días seguidos. Ha pasado el tiempo desde eso y Ana sigue trabajando en el mismo restaurante y además hace parte de un colectivo de derechos humanos que asesora a mujeres y las acompaña a abortar de forma segura.
—Llevo tiempo estudiando, riéndome de mí por lo que pasó, sintiendo también mucha lástima por esa falta de información, ese desespero —admite.
Ana decidió acompañar a las mujeres que quieren abortar porque entiende lo que significa crecer en un país que simpatiza con esa parte de la Biblia, Génesis, 1:28, que dice: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Ejerzan dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueva sobre la tierra”. Entiende que el sistema está acomodado para elegir por nosotras. Su hijo tiene seis años.
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Camila se terminó de tomar lo que la mujer llamaba “El descanso de las ánimas”. Al otro día la prueba de embarazo dio negativa y fue a donde la mujer para entregarle el resto del dinero.
—Me dijo que se llama así porque no es solo una bebida que expulsa sino que también me sana y hace que él quede flotando en alguna parte del universo. Dice que es un muerto que nadie me va a arrebatar y que puedo hablar con él siempre que quiera. Fue bonito.
La tranquilizó eso: saber que hay una presencia esparcida por ahí. Que hay un muerto que es suyo. Un muerto para siempre.
*Algunos nombres fueron modificados a petición de las fuentes.