Ser mujer tiene un significado muy importante para la comunidad tikuna de San Pedro de los Lagos. Además de ser la encargada de labores del hogar y la crianza de los hijos, también es pescadora, recolectora y trabajadora de las chagras. A diferencia de otras comunidades en las que la mujer es sometida, incluso con violencia, y delegada en asuntos secundarios, para los tikunas sanpedranos puede llegar a ser la jefe, la guía, y se le considera independiente, fuerte y capaz.
San Pedro de los Lagos hace parte de las comunidades del territorio Yahuarcaca que se asientan sobre un sistema lagunar formado por un brazo abandonado del canal principal del río Amazonas. Está conectado por agua y por tierra al casco urbano de la ciudad de Leticia, departamento del Amazonas, extremo sur de Colombia.
Para llegar hasta aquí hay que viajar en avión hasta Leticia y desde el puerto sobre el río Amazonas embarcarse en una canoa a motor durante hora y media. También se puede llegar por tierra tomando la carretera hasta el kilómetro 8 y después seguir caminando por entre la selva durante una hora.
San Pedro de los Lagos está habitado por 130 personas que ocupan quince viviendas, una por cada núcleo familiar. “Uno de los primeros comentarios que cualquier visitante escuchará al llegar a la comunidad es ‘nosotros somos todos una familia’. Esta unidad es el valor diferencial respecto de las demás comunidades de Yahuarcaca, lo que la convierte en la más pequeña, en la más unida y en la más tradicional, según ellos mismos lo expresan”, dice Enric Cassú Camps, magíster en estudios amazónicos.
Su cotidianidad y vida espiritual está construida a partir de rituales. La Pelazón (Yuü) es uno de ellos. Está dedicado a las mujeres y a su ciclo lunar. Consiste en arrancarles el pelo de la cabeza hasta dejarlas completamente calvas, con el fin de prepararlas en el dolor para estar listas cuando deban dar a luz.
En los días previos, la mujer en edad preadolescente permanece unos cuantos días encerrada en su casa aprendiendo a elaborar artesanías y a usar plantas medicinales. Es un tiempo de introspección en el que solo pueden ser visitadas por la mamá y la abuela, y finaliza cuando le llega la primera menstruación.
A partir de ese momento empieza el ritual, al que son invitadas las personas más cercanas de otras comunidades. La mujer sale de su casa vestida con una falda roja, un traje de plumas y con los ojos vendados, para volverse a encerrar, esta vez, en un corral hecho con hojas de canangucho durante dos días. Al tercer día, la mujer sale del corral y se expone para que un grupo de menos de diez mujeres —que están en formación para ser parteras o médicas— le quiten el pelo. Este grupo ha sido elegido previamente por la abuela, los papás y un hermano de la mujer.
La manera tradicional y considerada como correcta para quitarle el pelo es que se lo arranquen a la fuerza. Sin embargo, desde hace unos seis años, la comunidad le permite a la mujer decidir si prefiere que sea con tijeras. La Pelazón dura toda la noche hasta el amanecer.
El final del ritual consiste en lavar el pelo arrancado y luego ponerlo bajo tierra, como si lo estuvieran sembrando, bajo la creencia de que se volverá la raíz de los árboles. Los invitados y el resto de los presentes se bañan en el río y sumergen sus implementos y el atuendo lucido durante el ritual para que se conviertan en peces.
Al final del ritual, las mujeres dicen experimentar mucha claridad, calma, tranquilidad y se sienten preparadas para comenzar su vida adulta.
“Ser mujer tiene un significado muy importante para la comunidad de San Pedro de los Lagos, ubicada en medio de la amazonía colombiana”.