Notas de campo en tierra nasa
Texto
Juan Miguel Álvarez
Ilustración
Ángel Balanta
Julio 10 de 2020
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Notas de campo
en tierra nasa
A una semana de distancia de la minga nasa en Bogotá, la siguiente crónica recupera varios momentos del autor en el territorio nasa del norte del Cauca y fragmentos de la arenga de un líder nasa para la guardia indígena sobre el futuro que, años atrás, ya se veía venir.
Corría la primera semana de noviembre de 2016. Me encontraba en el Norte del Cauca junto con un grupo de siete colegas tratando de anticipar cómo serían afectadas las comunidades de esta región luego de que el país hubiera votado por el No en el plebiscito por la paz.
Nuestra base fue Santander de Quilichao, en un hotel blanco obligado con parches rojos que quedaba en la entrada al pueblo en la vía a Cali. Los desayunos tenían lugar en un comedor que el hotel tenía en el jardín de la entrada, siempre bajo la sombra abrazadora de un samán colosal y añoso. Con el café y los huevos revueltos, desarrollábamos consejos de redacción en los que cada uno contaba los detalles de lo que sería su jornada de trabajo y compartíamos señales de búsqueda en caso de que alguno de nosotros no volviera a la hora establecida. En ese momento ya habían sido asesinados siete líderes sociales desde los días previos a la firma del acuerdo de paz en Cartagena entre gobierno y Farc. El tema de estos crímenes tan focalizados en personas con ascendencia sobre sus comunidades estaba comenzando a ser debate nacional.
El ambiente en el Norte del Cauca estaba caldeado. En realidad, lleva caldeado desde los años setenta en que el pueblo Nasa, por medio del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), empezó a exigirle al Estado respeto por su dignidad ancestral y su cultura. Los primeros reclamos, como no podía ser distinto, confluyeron en el asesinato de Abelino UI, el primer nasa caído por balas políticas, quizá estatales, luego de haber sido creado el CRIC.
En total estuvimos catorce días en los que conocimos y entrevistamos comunidades campesinas mestizas, consejos comunitarios de campesinos negros y resguardos nasa. No hubo nadie que nos hubiera dicho que estaba contento con el No del plebiscito. Puede decirse que se alcanzaba a sentir una nostalgia general. Las minorías étnicas y campesinas del Norte del Cauca seguro sean de las más victimizadas por el conflicto armado y les parecía incomprensible que los mestizos privilegiados de las ciudades hubieran decidido que la guerra debía continuar.
Aunque las notas del diario que escribí durante este trabajo de campo inician con la llegada a Santander de Quilichao, en la tarde del primer día, y avanzan durante los catorce días, la crónica que sigue está centrada en salpicados momentos que pasé en territorio nasa y que recordé con particular intensidad esta semana luego de haber visto la fuerza y belleza de la minga en su viaje a Bogotá.
Día 2
1. Los microbuses que llevan a Toribío estacionan en un parqueadero de tierra pantanosa. Un perro de sucio pelaje blancuzco permanece echado al sol a un lado de la entrada de los carros. En estos microbuses de menos de quince pasajeros, la ruta desde Santander de Quilichao hasta Toribío es de menos de tres horas porque el conductor hace pocas paradas intermedias o ninguna. Los buses más grandes que también cubren este trayecto son “lecheros”: pueden parar cada cinco minutos hasta que llenen su cupo. Pero el cupo es infinito porque el conductor recoge uno o dos pasajeros por cada persona que se baja.
2. A media hora de llega a Toribío se ha subido un muchacho nasa. Luce el pelo como un erizo, jeans, tenis y una camiseta de manga larga. En su muñeca izquierda usa una manilla de chaquiras rojas y negra que trazan el rostro del Che Guevara. Nos conversa y al cabo de unas cuantas palabras descubro que tenemos una persona en común: Omar Rincón. El director del Centro de Estudios Periodísticos de la Universidad de los Andes. Ha sido profesor suyo recientemente. En las paredes de algunas casas del camino he visto pintadas en aerosol con las iniciales de la guerrilla del ELN. Rarísimo. El norte del Cauca no ha sido una zona de las guerrillas guevaristas. Siempre fue del marxismo-leninismo de las Farc y de la resistencia armada que una vez tuvieron los nasa llamada Quintín Lame. Quizás la manilla que este pelao tiene con el rostro del Che Guevara haya que leerla de otra manera.
3. Estamos en un centro de estudios nasa, situado a la salida de Toribío. Llegamos aquí caminando por una carretera de tierra y piedra. El centro es una locación generosa: amplia cafetería y comedor central, aulas, corredores, y lugares de culto. Hay murales de trazo pulido con ilustraciones de la lucha nasa por la defensa de su pueblo. Hemos venido aquí porque un mayor nasa debe hacernos el ritual de armonización antes de darnos permiso de empezar nuestro trabajo de campo en su territorio ancestral. Para esta ceremonia nos pidió que trajéremos media botella de Yubeka, el aguardiente de este pueblo. Lo conseguimos en un mercado nasa en el centro de Toribío.
4. El mayor es un hombre de hondas arrugas que le cuartean su rostro. Está vestido como parroquiano: pantalón caquí, camiseta polo, zapatos de calle y una mochila. Nos dice: “Primero hay que pedir permiso y luego ya puende hacer sus cosas”. La armonización es eso: pedirle permiso a sus dioses para que nuestros espíritus citadinos se pongan en el mismo plano y se garantice nuestras buenas intenciones.
El mayor nos conduce a una maloka al pie de un bosque. En el centro de la maloka, sobre un piso de tierra seca hay una tulpa: tres rocas totémicas —no más altas que una rodilla— puestas en forma de triangulo. Nos sentamos en torno a las rocas sobre unos troncos adecuados como sillas. El mayor empieza los rezos y derrama aguardiente sobre las rocas. Acto seguido, nos pide que imitemos sus movimientos. Uno a uno pasamos a la tulpa y actuamos el ritual: sobre cada piedra dejamos caer un chorro del aguardiente y luego sorbemos un trago. El mayor nos lleva afuera de la maloka. Lo vemos ubicarse de cara al sur, hacer otro rezo, levantar el licor y esparcirlo con su brazo derecho en alto, en un movimiento de oriente a occidente. Nos pide hacer lo mismo. Con este rito, honramos al sol, a los dioses naza y a lo que ellos llaman madre tierra.
Terminada la armonización el mayor nos dice que ahora sí podemos hacer periodismo en tierra nasa.
Día 5
Estoy en el hotel. Reventado. Son más de las diez de la noche. En la tarde del día 2 asistimos a un encuentro de la guardia nasa en un colegio de una vereda. Había autoridades como el presidente de la Organización Nacional Indígena (ONIC) y Feliciano Valencia, el más representativo líder político nasa. En la cancha de microfútbol —un plancha de cemento a pleno sol— levantaron una tarima, pusieron unas sillas e improvisaron un techo de plástico. La gente se agolpó a escuchar a Feliciano Valencia. Gabré su discurso que fue improvisado. No leyó una palabra y no sentí que se hubiera equivocado en su dicción o que hubiera abusado de las muletillas para hacer tiempo mientras su cerebro le conectaba la siguiente idea. Mejor dicho: Valencia es un virtuoso orador. Me pongo a escuchar este discurso. El arranque es la invocación al mito.
2. …Antes que existieran los cabildos, los que conocemos hoy, había cuidadores del territorio. Antes no les llamaban guardias indígenas ni Kiwetensa, como lo decimos hoy. Antes se llamaban Kiweté, porque esos guardianes, esos cuidadores del territorio, eran las personas seleccionadas(…) para poder comprender el territorio. Para poder comprender la comunidad, la naturaleza, y para entender la vida que nos veníamos forjando.
Dicen que esos guardias tenían sus propios espacios, sus propios sitios donde tenían que hacer presencia para defender el territorio, para sembrar las medicinas que protegieran el territorio y hacer los rituales correspondientes que permitieran mantener unidas las comunidades. Dicen que esos guardias podían entender a la naturaleza. Podían comprender lo que nos estaba indicando las nubes, lo que nos avisaba el viento, lo que nos decían los ríos y lo que nos iban enseñando los sueños. Esas personas eran capaces de mirar hacia atrás y de mirar hacia adelante.
Por lo tanto, tendríamos que hacer una reflexión hoy, teniendo en cuenta lo que fuimos, para mirar el deber ser de lo que nosotros hoy somos como guardias indígenas.
3. Esta convención —por decirlo así— de la guardia nasa está conmemorando dos años del asesinato de dos miembros de la guardia a manos de un guerrillero de las Farc. Fue un doble homicidio que trastocó la moral de los nasa debido a que las dos víctimas eran líderes queridos y admirados por la comunidad. Sus nombres eran Daniel Coicué y Manuel Tumiñá.
Coicué era un mayor al que su comunidad le consultaba casi todo. El portal Verdad Abierta dijo sobre Coicué que era considerado casi un sabio. “Había dedicado buena parte de sus 62 años a defender el territorio y la autonomía indígena. Hizo parte activa de la reactivación de la Guardia Indígena en mayo de 2001 en El Tierrero, entre Toribío y Caloto, cuando los habitantes de este territorio se dieron a la tarea de defender sus resguardos de la presencia de grupos armados, con bastones de madera y una férrea acción colectiva”. A Timuñá lo admiraban como a un guerrero excepcional.
Pero lo más doloroso y contradictorio para los nasa es que los verdugos fueron un puñado de jóvenes nasa reclutados por las Farc de tiempo atrás. Resulta que Coicué y Timuñá encontraron pancartas alusivas a la memoria del comandante guerrillero Alfonso Cano en un paraje apartado del resguardo y le espetaron a los guerrilleros que las quitaran. Alias Fercho, cuyo nombre de pila es Carlos Iván Silva Yatacué, se acercó a los dos guardias y les disparó. Fue un quiebre cultural muy preocupante para este pueblo. Por ese uniforme y esa inyección de ideología fariana esos muchachos fueron capaces de asesinar a dos personas que eran sus mayores, es decir, sus guías ancestrales.
4. …Con el nuevo sistema que nos entró a regir en lo que hoy conocemos por América, las reglas del juego para nosotros cambian. El pensamiento cambia, nuestras dinámicas cambian y nuestras formas de vida van cambiando. Aparece otra religión, inicialmente la católica, que nos adoctrinó y dogmatizó bajo unos parámetros y principios de creencias, costumbres y tradiciones que no eran las nuestras. Muchos hasta hoy, pasados 524 años, no hemos podido superar esa hegemonía dominante de lo que es la religión católica. Hasta hoy en día profesamos y hacemos honor a ese nuevo pensamiento.
Ese nuevo pensamiento fue exterminando, aniquilando, fue desplazando prácticas, usos, costumbres, tradiciones que en otrora nos dejaron nuestros ancestros. Este idioma prestado no era el que hablábamos nosotros. El idioma original nuestro es el Nasa Yuwe. Deberíamos recrearlo hoy en día, pero si nos ponemos a hablar en Nasa Yuwe tendríamos que hacer una traducción doble para que la gente comprenda lo que estamos hablando. En el mundo nuestro se volvió universal el idioma español y parece que se hubiera vuelto una cosa exótica nuestro idioma materno. Reflexiones en torno al deber ser.
5. Feliciano Valencia se encuentra en casa por cárcel, que viene siendo resguardo por cárcel. Mientras cuente con hombres que lo vigilan —guardias nasa—, puede moverse por el territorio. No puede salir del territorio, eso sí. Es la interpretación que las leyes de este pueblo hacen de las leyes nuestras.
A Feliciano Valencia lo detuvieron en 2010. Está acusado de haber cometido un secuestro. Resulta que en una minga en 2008, la guardia descubrió a un soldado infiltrado. Vestía de civil y en la mochila ocultaba el uniforme camuflado y una arma corta. La guardia retuvo al soldado y lo entregó a la justicia nasa. La justicia nasa lo condenó a veinte fuetazos. Luego, el soldado puso la denuncia por secuestro y lesiones personales. La Fiscalía imputó a Feliciano Valencia como responsable. En primera instancia, un juez lo declaró inocente. Pero en segunda instancia, el Tribunal Superior del Cauca lo declaró culpable y Valencia fue recapturado. En este momento el proceso escaló a la Corte Suprema de Justicia. La defensa de este líder indígena es que él no tomó la decisión de castigar al soldado, que eso lo hizo la justicia nasa que emana de una decisión colectiva. Si la Corte valora el fuero de la justicia indígena y la autonomía de los pueblos indígenas consagrada en la constitución, Valencia deberá quedar libre.
6. …Pasados doscientos años, los indígenas que resistimos, que sobrevivimos a esos procesos de aniquilación, exterminio y colonización creamos nuestra forma de gobierno. Se llamó cabildo. Esa forma de autorregular la vida en comunidad, en los territorios que hoy poseemos, se llama cabildo. Esa forma de cabildo fue una réplica de lo que los gobiernos externos nos habían impuesto y nosotros asumido. Ese cabildo no obstante de ser nombrado por la comunidad, tiene una lógica, una estructura que replica la noción de poder y sistema de convivencia de carácter externo. Pasados los tiempos, el esfuerzo, las actividades culturales, los procesos de investigación, la reflexión permanente nos ha ido abriendo un debate respecto a los gobiernos propios. Esos gobiernos propios que tratan de confrontar desde la realidad conversada con la gente, una noción de gobierno que necesita la comunidad. Y fueron cambiando las cosas. Fueron cambiando la forma de las estructuras de los cabildos para adecuarse a la lógica que la comunidad iba planteando, pero esa lógica respecto al gobierno es confrontada fuertemente por la lógica imperante externa. Entonces, los cabildos sufren crisis internas y se van tratando de acoplar a la realidad estatal olvidando un poco la realidad comunitaria.
Después de 1991 cuando los indígenas en Colombia fuimos reconocidos como sujetos con derechos políticos especiales y como sujetos humanos que sienten, que piensan y que aman. También sufrimos el rigor de lo que el sistema imperante nos obligaba a hacer a los cabildos. Aparecen las transferencias, nos generan una dinámica y nos obligan a asumir situaciones y cosas que nosotros hasta ese entonces no habíamos hecho. Aparece el tema económico a través de las transferencias. Las transferencias reestructuran los cabildos. En los cabildos aparecen los programas, los comités, los proyectos, los planes. Y esa noción de gobierno bajo ese parámetro ancestral, milenario, nuevamente va siendo copado por la lógica institucional. Nos resistimos a eso y tratamos de adecuar rápidamente esos planes, proyectos, comités y formas que nos planteaba el Estado por tres pesos que nos daba para tratar de recuperar esa lógica ancestral en el tema de los gobiernos. Ahí vamos.
7. Al periódico El Tiempo, Feliciano Valencia Medina le dijo que sus apellidos eran una herencia esclavista. Su abuelo, que fue esclavo, recibió de sus dueños los apellidos hispanos. “Nosotros heredamos los nombres y ellos nos robaron la tierra”.
8. …El que se sienta indio, no obstante de estar condenado por la ley blanca tiene que ser libre. El que se siente indio no obstante de que le vulnere sus derechos, tiene que salirlos a pelear, porque nunca nos los van a dar. Y el que se sienta indio, tiene que juntarse con los otros indios, porque como dicen “solos no podemos”. Tenemos que hacer ese esfuerzo de la unidad.
Día 7
1. Corinto es un pueblo en zona plana, con vastas extensiones en zona montañosa. La tierra plana está agotada como predios de infinitos cañaduzales. Y la montañosa está tomada por cultivos de marihuana modificada o cripy, y hoja de coca. Es muy probable que en las cimas más escarpadas existan cultivos de amapola. Hubo una vez que la marihuana nativa, llamada Corinto, fue la más prestigiosa de Colombia junto con la Santa Marta Golden y la Candelaria Punto Rojo. Los laboratorios genetistas europeos se encargaron de que ya no sea así.
2. Los nasa de Corinto nos piden que antes de hacer periodismo pasemos por su armonización. Les decimos que en Toribío ya nos armonizaron. Y contestan que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Hay que pasar por su armonización.
3. Es de noche. Estamos sentados en sillas de plástico formando un círculo en torno a Jorge Dicué, el gobernador encargado del resguardo nasa en Corinto. La locación no puede ser más pagana: un parqueadero en una calle céntrica del pueblo. Los techos son de latas de zinc y las vigas son de madera. El suelo es tierra yerma con piedra de moler. Al fondo, en lo que parece la oficina del regente del parqueadero, hay un televisor encendido. En la pantalla, fútbol.
Le pasamos a Dicué la media de aguardiente Yubeka. Sus movimientos con los brazos son iguales a los del mayor en Toribío. Son como si estuvieran llamando personas que estuvieran ahí. Agita la media con los dedos, bebe sorbos, derrama otros, escupe otros. Nos pasa la media y nos pide que hagamos lo mismo que él hizo. Es claro que nuestros movimientos son menos rítmicos y acompasados.
Dicué nos explica que para una armonización no importa tanto el lugar en donde se haga, sino el momento en que se haga. Algo de esto dijo Feliciano Valencia en la convención.
4. …cuando nosotros entramos creo que fuimos los primeros. La armonización no había llegado y el mayor no había preparado sus cositas. Tuvimos que devolvernos después para hacer la armonización. Tal vez el resto que entró no la hizo. Y ustedes saben que cuando hay asuntos conversados con la naturaleza, entregados con la naturaleza, hay que practicarlos, porque no pueden ser sólo palabras. Lo que han dicho los mayores últimamente es que nos hemos vuelto expertos para los discursos políticos, pero parece que tuviéramos debilidades espirituales, culturales y que la estamos [a la naturaleza] descuidando un poquito.
Entonces, guardias no se olviden de tres cosas: la medicina [armonización] antes de hacer cualquier actividad, la medicina es lo que más vale. Andar con ella. Eso no es hacerla y dejarla. Y tercero, compartirla y enseñarla. Porque si un guardia no está fundamentado, como decíamos antes, en lo que realmente somos y solo nos volvemos expertos en los asuntos institucionales, podemos correr el riesgo de sesgarnos para un solo lado. Tenemos que ponerle cuidado al tema cultural y ancestral. Practicarlo, cuidarlo, transmitirlo, enseñarlo, porque eso son los Kiwetenses. Ahí está la memoria, ahí está la fuerza de nosotros. Ahí está lo que llamamos autonomía y resistencia. Eso si lo complementamos con los asuntos académicos intelectuales que tenemos posibilidad hoy, seríamos una potencia, potencia que nos permitirá seguir resistiendo en el tiempo.
5. “La Liberación de la Madre Tierra” es el nombre que le dan los nasa a las acciones de ocupación de predios cañeros. Los nasa se consideran autorizados para hacer esto recordando que antes de que Colombia se llamara Colombia y de que se repartiera y vendiera entre los mestizos adinerados, ellos ya eran tenedores de estas tierras por su ubicación ancestral y primigenia.
En la zona plana de Corinto los nasa han llevado a cabo numerosas jornadas de liberación de la madre tierra, que siempre terminan en enfrentamientos con el escuadrón móvil antidisturbios de la policía (Esmad). La rutina puede ser la siguiente: un puñado de indígenas nasa se internan en un cultivo de caña. Luego, quitan la caña en dos o tres metros cuadrados; remueven la tierra, levantan tiendas de campaña con plásticos, esterilla y latones, y empiezan a sembrar maíz y otros alimentos de pancoger. Mientras más semillas de alimentos siembren, más caña arrancan. Cuando los vigilantes del cañaduzal, a sueldo de los ingenios azucareros, se dan cuenta llaman a las autoridades y aparece el Esmad. La confrontación puede durar horas. Al final, los nasa son expulsados del cañaduzal y el ingenio recupera el pedazo de tierra.
Es factible decir que no ha habido una “Liberación de la Madre Tierra” que termine con la pérdida para el ingenio del pedazo de suelo. Pero cada una de estas “liberaciones” logra enviar el mensaje central que los nasa quieren dejar claro: ellos, como pueblos ancestrales, son propietarios orgánicos y naturales de esa tierra, y los empresarios del azucar o los terratenientes rentistas son los usurpadores.
6. …Hay mandatos grandes a nivel del proceso indígena, como es el tema de la Liberación de la Madre Tierra. La liberación de la Madre Tierra tiene una dinámica de los pueblos indígenas: bajamos por la tierra plana, la única que nos queda. Allá abajo, los supuestos dueños oponen resistencia. Esa resistencia se vuelve represión para nosotros. La represión se vuelve confrontación con nosotros. La confrontación termina en heridos, muertos y judicializados.
Hay que tener mucho cuidado porque uno ya los escucha “es que mire, se va a acabar las Farc, los Elenos, se acabó la guerrilla, pero resulta que ahora los violentos son los indígenas. Mire cómo enfrentan al Esmad, pobre Esmad”. El run run bajo cuerda es que cuando se acaben las Farc, los violentos somos nosotros. Están generando ya ese imaginario en la opinión de la sociedad. A eso hay que salirle al corte.
Día 13
1.Vuelta a Toribío. Mañana cálida y alegre. La estadística dice que el 97 por ciento de la población de este municipio es indígena nasa. La gente camina por las calles del pueblo. Un puñado de policías armados con fusiles y casco blindado se ríen parados en un costado del parque principal. Algunas habitantes me dicen que este pueblo ha sido víctima de asaltos guerrilleros en más de veinte veces. El primero lo recuerdan en 1983. Eso sin contar los hostigamientos, que son centenares. Un asalto es lo que los periodistas hemos divulgado como “tomas”, es decir, el momento en que la guerrilla se mete a la cabecera municipal, acorrala a la fuerza pública, saquea las oficinas estatales y destruye edificaciones. Un hostigamiento es el momento en que la guerrilla dispara contra la fuerza pública desde una distancia prudente.
2. La cabecera municipal de Toribío está rodeada de montañas. Todas espigadas y cercanas. En la guerra, los guerrilleros de las Farc se apostaban en líneas de ataque sobre estas montañas y disparaban sus fusiles contra la estación policía. Cuando implementaron los ataques explosivos con pipetas de gas o cilindros-bomba, la precisión se fue a la mierda. Lo normal es que los cilindros, lanzados desde plataformas artesanales, perdieran su dirección inicial —digamos, la alcaldía— durante el vuelo parabólico y cayeran en otra parte —digamos, la panadería—. En este pueblo hay cualquier cantidad de víctimas civiles por causa de estas armas no convencionales.
No más sentían el silbido de los cilindros en el aire, la gente corría a resguardarse en las casas que tenían un cielo raso con plancha de cemento. Es muy probable que ni eso los hubiera salvado en caso de que un cilindro les hubiera caído encima. Después de disparado, un cilindro bomba puede alcanzar una altura de 60 o 70 metros. La capacidad destructiva no solo es por el explosivo que le han adaptado al cilindro y que cataliza el gas. También es por el peso del armatoste que en una caída desde esa altura se convierte en un martillo demoledor.
En un pueblo chocoano llamado El Carmen de Atrato, las Farc atacaron el comando de policía con cilindros bomba. La edificación tenía cielo raso en plancha de cemento. Y el primer cilindro que cayó encima destrozó el comando y mató a varios policías.
3. …Las Farc se van a acabar como movimiento armado y se van a transformar en movimiento político. Primer asunto. Segundo asunto: milicianos, guerrilleros y mandos de las Farc van a contar la verdad, y nos encontraremos con algo más doloroso de lo que padecimos en la guerra: enfrentarnos a la verdad. Tenemos que prepararnos para enfrentar esa verdad.
Aquí nos duele que Manuel [Timuñá] y Daniel [Coicué] y los otros comuneros como tantos que han caído en el país, asesinados por las Farc, asesinados por la policía, asesinados por el ejército, asesinados por los paramilitares y asesinados por grupos privados de intereses económicos que hay en las regiones. Duelen. Pero lo que más duele es que esos compañeros y hermanos hayan caído asesinados por los mismos indios, independientemente de si estaban en el ejército, la policía o la guerrilla.
Lo que nos tiene que poner a pensar en este momento es: después de que se acabe la guerra, ¿cómo vamos a hacer el tránsito hacia la reconciliación que necesariamente tenemos que plantear? Pongo un sólo ejemplo: cuando las Farc digan la verdad, cuando un miliciano diga la verdad, cuando un guerrillero, un comandante diga la verdad, nos vamos a encontrar con esto. Por fin, los que no saben quién les mató a su hijo, quién lo asesinó o quién lo violó, van a darse cuenta de quién fue.
Necesariamente, para tranquilizar el corazón y el pensamiento, hay que saber la verdad(…). Entonces vienen asuntos como estos. Puede que un comandante diga, “a ese comunero o indio de ustedes, lo matamos por decisión Farc como movimiento armado”. Otros van a decir, “lo matamos porque era un informante”. Y otros van a decir, y esperamos que así no sea, “lo matamos nosotros porque el vecino nos pidió el favor de que lo hiciéramos”. Cuando conozcamos la verdad, ¿cómo vamos a manejarla? ¿Cómo superamos ese dolor? Ese dolor hay que evitarlo para que no termine en odios, en venganzas, para que no termine en más sufrimiento. Eso es lo que se llama posconflicto.
4. Ando en busca de habitantes de Toribío que tengan más de 70 años. Aspiro a escucharlos sobre la memoria de la guerra. Me dicen que busque a Baudelino Muñoz, docente jubilado. Me da las indicaciones de dónde vive. Sin llamar previamente, toco en la puerta de su casa. Abre su esposa. Baudelino viene detrás. Me recibe, me escucha, me hace seguir. Me da asiento en la sala de su casa. Su esposa me trae café. Toda la dulzura y la gentileza. Baudelino me habla un rato largo. Su facciones son claramente nasa. Su intelecto es una mezcla virtuosa de culturas. Me dice que uno de los mayores sustos de su vida lo padeció durante una toma guerrillera, porque su nieta quedó entre el fuego cruzado. De eso ya hace años. Su nieta ahora es una joven que cursa la carrera de medicina. Vive en Popayán. Tendré que ir a entrevistarla*
Antes de la despedida, Baudelino me dice que no comprende cómo es que existe gente que quiere seguir en la guerra. Negándose a esa opción afirma: “El deseo de todo colombiano es que esto llegue a feliz término”. No todos los colombianos, me digo. Dice: “En las ciudades no saben lo que es aprender a distinguir disparos de fusil o de ametralladora, porque de eso depende qué hace uno para proteger la vida”. Dice: “En las ciudades no saben qué es escuchar el vuelo de un cilindro bomba sin tener idea en dónde va a caer, que va a destruir y quiénes van a morir”. Dice: “De pronto hay gente que se hace una idea por medio de las noticias o de la televisión y creen que eso es cualquier cosa”. Dice: “Pero nosotros que hemos sentido la guerra en carne propia deseamos que haya paz pronto. Y que sea definitiva”.
* De esa conversación con Baudelino Muñoz y la entrevista que le hice a la nieta escribí una crónica que pueden leer aquí.