10 junio, 2025

El pescador que hoy protege las ciénagas y manglares

Baudó AP

Caudal
A propósito del día Mundial de los Océanos queremos contar la historia de un guardaparques que con su labor diaria protege la Vía Parque Isla de Salamanca, uno de los complejos de humedales costeros más importantes del país, amenazado por el cambio climático y los incendios forestales. Esta cobertura fue posible gracias a una misión de prensa apoyada por el Ministerio de Ambiente y WWF Colombia

Omar Gutiérrez no ha olvidado el peor de los incendios que tuvo que sofocar, junto con sus colegas guardaparques de la Vía Parque Isla de Salamanca: tuvieron que recibir apoyos de helicópteros de las Fuerzas Armadas y atravesar a pie ciénagas pantanosas para hacer zanjas y medidas de contención del fuego.

Gutiérrez conoce los caños, lagunas y playas de Salamanca desde hace tres décadas, cuando era un niño en el pequeño caserío de Palermo y asistía con sus mayores en noches de luna llena a cortar mangle rojo para usar su madera.

“Sin el manglar no somos nada”, dice Gutierrez, quien hoy trabaja en la brigada contra incendios forestales de la Vía Parque Isla de Salamanca, la primera de su tipo en el país que cuenta con guardabosques expertos en apagar el fuego y moverse en situaciones extremas. 

Como él, decenas de familias locales de pescadores que antes vivían de la extracción de madera del parque para elaborar carbón ahora se dedican a proteger los manglares y ciénagas, apostando por emprendimientos de ecoturismo y avistamiento de aves. 

Gutiérrez es un biólogo empírico y aficionado pajarero, capaz de recitar el nombre científico de centenares de especies locales, explicando sus hábitos, su importancia para el ecosistema y las amenazas que enfrentan. 

La Vía Parque Isla de Salamanca, conocida también como VIPYS, lo componen más de 52 mil hectáreas de ciénagas, bosques de manglar, playas y caños ubicados frente al mar Caribe entre la desembocadura del río Magdalena con la Ciénaga Grande de Santa Marta.

Es uno de los parques naturales más singulares del país, puesto que es cruzado en su totalidad por la autopista que comunica a Barranquilla con Santa Marta.

Fue precisamente la construcción de esa vía a mediados de la década de 1950, durante el gobierno del dictador Gustavo Rojas Pinilla, la que ocasionó una hecatombe ambiental con la muerte más grande de manglares de la que se tenga noticia en la historia del país, puesto que la carretera cortó la comunicación entre las ciénagas, caños y humedales con el mar Caribe, alterando los intercambios de agua dulce y agua salada que mantienen el equilibrio natural de los manglares. 

Salamanca es considerado por los guardaparques como la gran barrera que protege a Barranquilla de la erosión y las inundaciones del río Magdalena, su complejo de lagunas y humedales regula el curso del río y acaba recibiendo el impacto de la materia orgánica, los detritos y el material de arrastre que lleva la principal arteria fluvial del país. 

La importancia ecológica de este lugar es incalculable, pues sirve de tránsito a la biodiversidad entre las sabanas del Caribe y las ciénagas con la Sierra Nevada de Santa Marta, convirtiéndose en un hospedero para decenas de especies de aves migratorias.

La historia de vida de Ómar Gutiérrez resume una vieja encrucijada de la conservación en el país, donde siempre se ha discutido sobre la importancia de que la protección de la naturaleza se haga de la mano con las comunidades. 

Hijo de pescadores y leñadores que antes devastaban los manglares, Gutiérrez y sus vecinos aprendieron que sin las ciénagas y caños no tendrían pescado para sobrevivir y ahora se dedican a cuidarlos. “Sin el manglar no somos nada”, repite.

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