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Mi padre asegura haber sido atacado por el diablo.
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El encuentro entre mi padre y el diablo repercutió de manera simbólica en su historia personal a futuro; ya que décadas más tarde fue víctima de varios accidentes automovilísticos y laborales, así como de un cáncer al pene que lo dejó con su miembro mutilado.
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Soy hijo de la herencia masculina cargada de cicatrices, miedo y violencia.
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Las circunstancias nos trasladan a junto mi hijo y a su madre a uno de los lugares más lluviosos y fríos en el sur de Chile. Nos encerramos los tres en una pequeña cabaña y con el tiempo surge la necesidad de encarar “eso” a lo que mi padre –a su manera- se había enfrentado alguna vez en un espacio geográfico similar.
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La figura del diablo estaba presente en todo: en los recuerdos; en la familia que no era capaz de sostener; en la castración de mi padre y sus consecuencias simbólicas; en el sinsentido de despertar cada día; en la ambivalencia de la naturaleza que me destruía de manera emocional y psicológica; pero por sobre todo en mí y en mis actos.
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