Las imágenes devastadoras de la minería en la selva amazónica son el testimonio crudo de la destrucción de la selva tropical más grande del planeta y desde hace años ocupan un lugar en la agenda política y ambiental de nuestros países.

Pero se habla menos de otra destrucción silenciosa que la minería acarrea en la región y que afecta directamente a sus habitantes ancestrales.
Se trata del impacto que la minería ha causado en los usos y costumbres de los pueblos indígenas de la Amazonía, quienes han sufrido graves afectaciones a su forma de vida por el impacto de los entables mineros, como lo señalan los propios líderes indígenas y varios estudios.

Un estudio del Instituto Sinchi en el 2019 sobre los impactos sociales de la minería en la Amazonía colombiana concluyó que el extractivismo minero tiene graves consecuencias sobre “el tejido social, la gobernanza, la seguridad, la cultura, todos estos elementos fundamentales para entender la relación entre los territorios, el gobierno y los pobladores”.
El estudio encontró que la minería en las cuencas de los ríos Caquetá y el Putumayo no comenzó por voluntad de las propias comunidades locales, sino “como producto de la llegada de balseros brasileños y peruanos y después de colombianos que hicieron suya la tecnología”.
Además, el Instituto Sinchi puntualizó que aunque en un principio la minería ofreció alternativas económicas para las comunidades locales, aquello derivó en graves afectaciones que terminaron por afectar la vida de las comunidades.
“Los líderes y las comunidades aceptaron en un principio la presencia de balseros y se fueron vinculando progresivamente a las actividades de minería ilegal y la convirtieron en fuente de ingresos. La llegada masiva de balseros así como la presencia creciente de las farc, atraídas por el negocio minero, fueron creando condiciones adversas para la seguridad de las comunidades y cambios en la cultura y en el comportamiento de jóvenes y mujeres indígenas”.
Los impactos han sido tan significativos que en algunas regiones llegaron a cambiar las artes de pesca y la forma como los indígenas se relacionaban con los ríos. Esto es palpable en la Estrella Fluvial del Inírida, una extensa región en la confluencia de la Orinoquía y la Amazonía colombiana cerca a Puerto Inírida (Guainía), donde la llegada de mineros brasileros en la década del ochenta incrementó la demanda de pescado obligando a los indígenas a utilizar mallas y técnicas de pesca que antes no conocían, agotando los recursos pesqueros en su territorio.
Así lo contó a Baudó Agencia Pública el líder indígena Freddy Yavinape.
Estas afectaciones a la cultura y la forma de vida de las comunidades llevaron a que la Corte Constitucional de Colombia se pronunciara en la sentencia T-106 de 2025 salvaguardando el derecho a la identidad propia de los pueblos indígenas.
La Corte estableció que “la seguridad alimentaria de estos pueblos no puede concebirse como mera disponibilidad de alimentos, sino como un sistema integral vinculado a su identidad cultural, donde las prácticas tradicionales de cultivo, pesca y preparación de alimentos conforman un tejido vital para su supervivencia física y cultural”, concluyendo que los daños causados por el mercurio y la minería “ponen en riesgo la pervivencia de los pueblos”.

De acuerdo con el investigador Ramón Barba, en el río Apaporis, afluente del Caquetá, los indígenas Yanomami hablan de la xawara wakémi o “epidemia de humo”, refiriéndose a la quema del oro amalgamado con mercurio, un proceso para refinar el metal que libera gases tóxicos y provoca graves afectaciones a la salud.
Los indígenas atribuyen enfermedades y muertes en sus comunidades a esta “epidemia” derivada de la extracción del oro.
