Otras formas de mirar la ‘pesca blanca’ y las pequeñas lanchas que Trump insiste en bombardear
“Pesca blanca” es el nombre que en las costas del Pacífico y el Caribe colombiano se le da a la recuperación de paquetes de cocaína que han naufragado en el océano por operativos antinarcóticos o accidentes de las lanchas rápidas que transportan la droga hacia el norte.
Las “panelas” de la droga suelen aparecer en playas y esteros arrastradas por la marea, o son “pescadas” en alta mar por habitantes locales que han encontrado en esta actividad una fuente de ingresos.
Desde niño recorrí las playas de Rincón del Mar en San Onofre, un pequeño poblado del Caribe colombiano. Después conocí las ensenadas de Bahía Solano, en las costas del Pacífico chocoano.
En ambos lugares la convivencia y co-creación con amigos que hice durante años en el lugar me llevaron a crear el proyecto transmedia “El pez muere por la boca”, un recorrido metafórico que reflexiona sobre la resistencia y resiliencia de las comunidades costeras en el contexto del narcotráfico.
La apuesta estética del libro, donde son protagonistas Deivis, Federico, El Ñato o Yajaira, pescadores y miembros de las comunidades, implica un relacionamiento que trasciende la fotografía documental.




“…ellos van botando la droga en el mar. Por ejemplo, si es en la madrugada o en la noche, al día siguiente la gente del pueblo sale nuevamente a recoger la droga. Y ellos nuevamente la compran a dos millones, tres millones, a la gente del pueblo, eso se llama la pesca blanca”.
En la reciente participación de Gustavo Petro en la ONU, el presidente colombiano habló sobre los ataques con misiles perpetrados por el gobierno de Estados Unidos sobre pequeñas embarcaciones que presuntamente intentaban sacar drogas hacia centroamérica, el ‘Pez muere por la boca’ pone la mirada en personas que han sido o pueden ser tripulantes de estas embarcaciones.
“los jóvenes asesinados con misiles en el Caribe no eran del Tren de Aragua, que nadie quizás conozca aquí su nombre, ni de Hamás. Eran caribeños, posiblemente colombianos”. Declaró el presidente de Colombia.

A propósito el periodista Simón Posada Tamayo relata en ‘Pez muere por la boca’:
“Los narcos lanzan los paquetes al agua para evitar que las autoridades se queden con la droga. Días después, los narcos la compran de nuevo a los pescadores y el cargamento intenta embarcarse de nuevo, rumbo al norte del continente.
Y es así como en el mar todos terminamos juntos, pescadores y narcos, ricos y pobres, náufragos en el mar del absurdo. Después de un fallo ridículo y risible de la Corte Suprema de Justicia de Colombia, pescar y devolver al agua a un pez es inconstitucional en este país. Es decir: la ley dice que, pesques lo que pesques, debes matarlo y comerlo. Todito, con espinas y aletas, mejor aún. En los primeros meses de 2024, lanchas de la Armada persiguieron a botes de pescadores deportivos en el río Orinoco, a las afueras de Puerto Carreño. La gasolina que antes gastaban persiguiendo narcos, ahora deben hacerla rendir para perseguir pescadores. Un país absurdo de leyes absurdas.”
‘El pez muere por la boca’, realizado entre 2016 y 2023, es un proyecto participativo y de intervención en donde la comunidad hace parte de la creación de las imágenes. Los contrastes entre las tradiciones (estados pacíficos o de paz) y la presión armada (grupos paramilitares y de narcotráfico) son expresados en diferentes acciones, paisajes, cuerpos y objetos. La cotidianidad se entremezcla con la construcción de las escenas. Aquí, el acto performático se confunde con el vaivén de la realidad, como un canto a ese límite indefinido entre mar y tierra.
El libro fue publicado por Raya Editorial y Matiz Editorial, fotografías, edición y diseño de Santiago Escobar-Jaramillo, con prólogo del escritor Simón Posada Tamayo, colaboración en las animaciones de Carlos Piedrahita y música de Federico González Patiño.
Puedes adquirirlo a través de sus cuentas en redes sociales @elpez_muereporlaboca
O en la página de Raya Editorial